volver a creer



Tratar de estar bien y de estar bien con los demás. Tratar de gustar y de gustar(nos). Tratar de ser y de ser aceptado. Tratar de sentirse cómodo y de no incomodar. Tratar de encajar sin desencajar de uno mismo. Pensar. Detenerse y pensar.

¿Qué tanto soy y qué tanto creo que soy? ¿Qué tan fiel a mí misma soy y qué tan importante es serlo?

No sé. No sé qué tan importante es para los demás. Supongo que no lo es para todos en igual medida. De hecho, cuestionarnos últimamente no parece ser central, dicen.

Siempre fui rara, distinta en eso. Pienso, después pienso, después pienso y existo mientras tanto, sin dejar de pensar. Todavía no aprendí a dejar mi mente en blanco por más que he tratado de hacerlo por todos los medios. Creo que no hay acción mía que no me haya cuestionado o que no haya sido sometida a algún tipo de análisis. “No pienses tanto” debe ser el consejo que más veces me dieron, sin dudas.

No puedo con la condición y en el fondo, creo que tampoco quiero querer. Me gusta. A veces me duele un poco, es verdad.

A veces creo que es parte de una reacción al mundo en el que me tocó vivir. Un mundo en el que parece que andar a las patadas fuera la manera de ser felices. Un mundo en el que parece no importar mucho si afecto o no al de al lado, si hago las cosas “bien” o desde la buena intención o si las hago mal, sin pensar en nadie. Un mundo un poquito egoísta, de a ratos. Un mundo que no se cuestiona mucho y que no cree en el cuestionamiento como medio para crecer, o un mundo, al que a veces parece ni siquiera importarle crecer.

Un mundo en el que, muy a menudo, no encajo. Un mundo, en el que cada tanto, sin embargo, sí encajo. Y cuando encajo, ¡Qué bien se siente! Es que pensar tiene esas pequeñas y efímeras recompensas por las que todo vale la pena: las certezas.

Un profesor me dijo una vez que uno de los máximos placeres en la vida era entender. Y qué razón tenía. Probablemente por eso viva en un constante caos, de acá para allá todo el día, sin parar un minuto. Probablemente. Porque estoy buscando entender y porque no quiero frenar para darme cuenta de cuántas cosas aún no entiendo. Sin embargo, a veces paro. A veces es inevitable ver todo lo que todavía no entiendo. Y sí. Me da miedo. Le tengo miedo a avanzar en la vida con las incertidumbres al lado. Pero es la única manera de avanzar y si de algo estoy segura, es de mis ganas de ir, de seguir y de crecer.

Así que todo indica que voy a seguir como hasta ahora, un poco rara, pero feliz en mi rareza. Porque una de las cosas distintas que tengo es la esperanza: creo en las excepciones. Creo en el amor sano y duradero. Creo en las amistades entre el hombre y la mujer. Creo en la buena fe de las personas. Creo en mi generación. Creo en que el futuro trae cosas lindas. Creo en que lo malo puede mejorar. Y a veces me canso de creer y descreo y me duele. Y a veces sí, a veces me lastiman la confianza y me pregunto si estoy mal yo, si peco de tonta. Y después de un tiempo elijo volver a creer... porque soy eso, soy creer y seguir creyendo, y aunque me cuestione todo, hay cosas que ya entendí y entre esas pocas cosas, entendí que siempre voy a elegir volver a creer.